Aprieto los dientes y me enroco.
Ya nada es lo que era, y yo
me encojo con la lluvia de marzo.
Me ahogo escuchando las palabras
que no quiero y me resbalan.
Por una vez podría mirar
más allá de una barba pintada.
Pero eso es mucho pedir
para alguien acostumbrado a no ver.
Fumo entre barrotes y exhalo.
Ya nada será igual, y yo
me río con un joker en la manga.
Soy el que juega haciendo trampas
sobre una mesa llena de pastillas.
Por una vez debería decir
si apuesto o me retiro.
Pero eso es mucho pedir
para alguien acostumbrado a no perder.
Susurros en mi cabeza me atormentan
y en la mesa ya sólo quedan mis cartas.
Miro mi rostro reflejado en un espejo
que me recuerda una vida de excesos
y a su lado una navaja desafilada
que llevo a mi cara y me afeito.
He tocado fondo y en el fondo me quedo
con el filo ensangrentado y sediento
de abalanzarse a mi cuello y degollarme.
He mirado a mi cara a la cara
y nunca había tenido tanto miedo.
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