El verso oscuro de la soledad

Me acerco a una chica, que apoyada en la barra del bar, el único que frecuento, está mirando su móvil esperando recibir un nuevo mensaje.

No te quedes quieta. No esperes nunca nada. No te vayas nunca.
Quédate conmigo. Mi intención es mirarte y aprender cómo eres. Escucharte y preguntarte hasta descorcharte. Quiero que desde ahora no puedas vivir sin mi, y me recuerdes, no sé con qué pretexto, para siempre. Que me necesites como ahora necesitas recibir ese mensaje.
Sé que quizás no lo consiga, y que no sepa evitar que te vayas. Pero quiero que seas valiente, que apagues ese móvil y que te dejes llevar por la corriente. Que desahogues en mí tu mente. Y que si te arrepientes, lo hagas después, nunca antes.
Dame la mano y vente conmigo, veremos amanecer en las montañas, hablando el idioma de los navegantes, siendo reyes.
Estar juntos será la única medida de nuestro tiempo.

¿Subimos ya? –pregunta-

Me coge de la mano y subimos las escaleras hacia la habitación de siempre, donde podré mendigar un poco de amor y un poco de vida, entre luces de neón fundidas.

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