Reencuentro

Vuelcos que da el alma
al sonar en el piano la profunda melodía.
Se deshace mi cuerpo en llamas
humillado ante toda su fuerza.
Años de lunas perdidas.
Piedras sobre las que tropiezo.
Una nueva oportunidad
de regalarme un trozo de olvido.
Y todo se llena de aire nuevo.

¿Cómo estás, cuéntame?
Que todo ha cambiado ya lo sé,
siempre hay una flor que te atrapa
y te recoge entre sus pétalos
presentándote la visión del edén.
Ya ves, ahora nada es lo que fue.
El autobús ya nunca para
ni yo escucho sus promesas.
Ya no brindo por mi vida.
Ahora bebo para recordar.
Ya no me gusta ver a la gente
y ya nunca digo lo que pienso.
La revolución resuena como algo lejano
y mi cerebro se ha atrofiado.
Ya ves, me miras y no me conoces.
Ha pasado el tiempo y me has echado de menos
pero ahora que me ves
te alegras de que haya cambiado
y que no sea aquél que has idealizado,
como se hace con los recuerdos,
ignorando lo malo y amplificando lo bueno.
Pero cuéntame ¿Tú cómo estás?

De su boca salen
las palabras más huecas
sin el menor de los sentimientos
prescindiendo de ornamentos
sucediéndose en una suerte de letanía
ocultando todo su significado.
Ya no oigo nada,
se acerca el final,
la despedida,
dos besos.

Nos vamos contentos,
cada uno por su lado
después de cerrar las heridas del pasado
en cinco minutos de reencuentro.

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