Crueldad

Tumbado sobre un banco de madera
en la estación depresión,
estuve esperando a que nadie viniera.
Y nadie vino.

Pude seguir allí sentado
pero un día me levanté.
Después de mucho tiempo me levanté.
Debió de pasar más de un año
durante el cual helé el alma,
ralenticé el corazón,
y soñé con un encuentro casual.

No fue. Nada ocurrió.
Fue el tiempo el que me levantó
con las palabras que no escuché.

Más débil, más delgado,
abandoné la estación.
Cogí el primer tren, y sucedió.
Las miradas se cruzaron.

De vuelta al mundo sonreí.
Me dolió la cara.

La absurdez de pronto me visitó,
y como un loco comencé a reír.
La gente me miraba,
pero yo estaba embriagado
por la alegría desbordada.
Hasta que roto por el dolor me detuve.

El coche no me vio.

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