Songster

Abro la mente para embutirme del olor
de la inmensidad que es la vida hecha música.
Acompaño con mi mano el compás de mi inconsciente
abriendo al mundo una puerta de connotaciones.
Simple como un la-do-si-re-do es la melodía
en la que te sumerges al escuchar mi voz.

Puedes compartir el momento ingrávido de mi éxito
sólo por unos minutos colmados de sabor,
y luego otros vendrán a acompañar mi arpegio
del que sales disparado en el segundo movimiento.
Por la nariz sube todo el calor que desprenden
miles de cabezas balanceándose al compás
que de mis manos y mi boca arrojo incandescente.

La píldora nunca sustituirá el efecto de una canción.

Aún puedo salvarme, pero no quiero ser efímero
ni un nombre oculto entre el resto del mundo.
Prefiero abandonarme a mi suerte y mi composición
entre botellas vacías sin mensaje adjunto
y colillas de cristal desangrando mis dedos.
Sólo así seguiré gozando de la irracional admiración
que la gente siente cuando salto al ruedo y sueno
con la música celestial que mi alma tiene.
Me siento el ser más poderoso del universo,
sensación que si en la soledad de mi cuarto pierdo,
recupero empotrándome su esencia en vena.

No se puede vivir sin ser dios, una vez que lo eres.

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