Vagabundo

Brillar un día sin quererlo. Comprar la vida por dos perras,
las que ganas cuando te invitan los enemigos acérrimos.
Comer las cáscaras que envuelven la comida de los perros
que no ladran, pero que les dan miedo. Odiar la luz
y a morir con los ojos abiertos (¿mejor entreabiertos?).
No pensar nada y dejar que pase el tiempo ausente
de las amargas ideas que acongojan el alma y surcan la cara
haciéndote más viejo. Leer libros deshechos en su mitad
menos cómoda, abrigando el pecho y apretando la espalda
contra una suerte de caja de mudanza. Abrir una puerta
y encontrar mil tesoros ocultos a la mirada, hace tiempo perdida,
del pasajero que cada día viaja a tu lado sin darse cuenta
de que pisa sobre tu casa, tu suelo y el techo que te abriga.
Caminar el mundo en una calle y ser el único que sabe lo que pasa.
Morder la luna con lo que te queda tiñendo de gris la gris acera.

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