dadeloS

La soledad se instala
en los labios, que duelen
al cuartearse resecos.
En el brillo de los ojos
oscureciendo la mirada.
En la lengua resquebrajándola.
En el eco del salón.
En la heladora cama
que ya nunca estará hecha.
En una marca en el pecho,
y en el vaho de una ventana.
En la factura del gas.
En la nevera vacía.
En el lavavajillas roto.
En el mueble bar
y en los ceniceros repletos.
En una taza de café.
En el silencio.

Se propaga en una metástasis vital
ocupando cada rincón
ahogando cada espacio.

La soledad un día te visitó
para no salir y hacerse dueña
de tu mando a distancia.
Ya no se levanta de tu sofá,
y pasa el día tumbada en tu cama,
organizando tu vida
para que nunca hagas nada.
La soledad te hizo el amor
y te casaste con ella
jurándole total dedicación.

Te eligió, la probaste,
y ya no sabes vivir sin ella.
Ahora siempre tienes vaselina para los labios,
llevas gafas para ocultar tu tristeza,
ya no gritas en el salón
y has puesto otra manta en la cama.
Ya no te acercas a la ventana
para no ver más allá.
Siempre tienes fría la cerveza
y nunca te falta hielo y alcohol.
Fumas como un carretero
y el sexo no podría ser mejor.

La soledad, dices, es perfecta.
Para mí, no.

1 comentario:

  1. Me gusta mucho este poema, es sencillo y llega directo.

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